Por qué y cómo llegué a ser freelance

A principio de año, cuando propuse mis objetivos para 2016, fui bastante amplia y generosa con el objetivo laboral. Indicaba “sort out job” (ordenar, o acomodar el trabajo) y abajo dictaminé “find out what you want” (averiguá qué es lo que querés). Estaba trabajando en una agencia de publicidad, para nada contenta con mis actividades, agotada por mi rutina, y como verán, sin una clara idea de lo que tenía ganas de estar haciendo.

Quizás les parezca que pararse frente a un objetivo de este tipo se sienta como una tarea mesiánica e inalcanzable, o que es demasiado obvio o poco enfocado como guía para lo que uno quiere. Pero como ya les conté, esta es la clase de objetivos que trato de ponerme en mi vida, intenciones, una idea que me ayude a crecer, a hacerme preguntas, a cambiar el rumbo. No algo estático que se alcanza y ya.

Goals as they are conventionally defined — graduate from college, buy a lake house, lose fifteen pounds — are limited in the amount of happiness they can produce in our lives. They may be helpful when pursuing quick, short-term benefits, but as guides for the overall trajectory of our life, they suck.
Better values, are process oriented. Something like “express myself honestly to others”, a metric for the value “honesty”, is never completely finished, it’s a problem that must continuously be reengaged. Every new conversation, every new relationship, brings new challenges and opportunities for honest expression. The value is an ongoing, lifelong process that defies completion. Mark Manson — The Subtle Art of not Giving a F*ck.

Y mi camino lo encontré en la consultoría freelance. No por casualidad, si no que por hacerme esta pregunta hasta el hartazgo “what do I want?” fui encontrando que tal vez tener un horario, un jefe, un lugar fijo de trabajo, unas tareas prefijadas, compañeros que veo todos los días, etc. etc. no era lo que me podía traer felicidad. Y en cambio, poder tener versatilidad laboral era una de las cosas que más me importaban en el día a día. Quería poder trabajar de distintas cosas, porque no me siento con una vocación única, ni siempre con las mismas ganas de estar todo el día atrás de una computadora en un escritorio. Con todo lo que eso conlleva, sobre todo la flexibilidad horaria y poder manejar mi agenda libremente.

Y así fui pensando y diseñando como quería que transcurran mis días. Fue un trabajo profundo de redefinir mis valores. Cambiar valores como “tener una carrera laboral exitosa” por valores como “poder salir de día y ver el sol durante la semana” o “tener más de una actividad productiva (que me genere ingresos) para reflejar lo ecléctico de mis pasiones y habilidades”.

Hoy soy fotógrafa aparte de consultora en marketing digital. Algo que jamás hubiese soñado que podía hacer (lograr que me paguen por sacar fotos!) y algo que nunca me hubiese animado a hacer como único medio de subsistencia. Escribo (cuando puedo) mi blog personal y para el blog de Staples, no tanto como quisiera, pero fue un comienzo, y parte de otro de mis new year resolutions. También soy host de airbnb ocasionalmente, lo que me da un ingreso extra y me permite conocer gente variada. Y espero que el año que viene pueda sumar algo de docencia al combo, y algunos otros proyectos que vienen en camino.

Es la segunda vuelta que me animo a trabajar freelance, y creo que eso me ayudo a poder diseñar una mejor manera de ser independiente, porque tenía experiencia de la que aprender, y tener más claro cómo quería diseñar mis días. De eso se trató este cambio tan grande. De poder diseñar mi rutina de una manera diferente. Ayuda también que es una tendencia creciente en el país, y cada vez más personas, sobre todo mujeres, eligen esta modalidad de trabajo. Y que estamos aprendiendo a trabajar cada vez más de forma colaborativa en vez de competitiva (nota aparte merecen las geniales relaciones con colegas, tanto de marketing como fotógrafos, que he entablado este último año) lo cual genera una red de contención y contactos súper productiva en la que todos crecemos y ganamos.

Lo curioso es que nunca consideré que trabajar en dependencia fuera “trabajar para otro”. Siempre sentí que estaba trabajando para mí misma. Para ganarme la vida, y poder acceder a tener un techo, comida, y todas esas cosas lindas que nos gusta coleccionar una vez que tenemos las necesidades básicas satisfechas. Y creo que esto no es un dato menor a la hora de animarme al cambio. Por que siempre me sentí empoderada y a cargo de mi propia vida. Más, o menos contenta con las circunstancias, pero responsable siempre de mis reacciones y emociones (bueno está bien, a veces caigo en culpar a otros, pero me esfuerzo por ser estoica, es un trabajo constante y continuo).

Hubo un momento clave en el que me di cuenta de que no podía culpar más a otros, por ejemplo no podía culpar a mi jefe por no “darme permisos” para hacer home office, algo que cada vez mi cuerpo me pedía más (¡no saben la diferencia que hace no tener que viajar en hora pico todos los días!). Si no que tenía que aceptar que yo estaba jugando con las reglas de un sistema de trabajo que no me gustaba ni me hacía feliz. Las estaba aceptando aunque no me gustaban. Y obviamente que no solo es difícil cambiar esa estructura mental, y sobre todo salir a conseguir clientes, pero lo es mucho más difícil si uno se siente esclavo del sistema que pretende superar, porque entonces todas las culpas van para afuera, y uno queda en la impotencia de ser víctima.

Otra de las grandes ventajas, y motivación a hacer el cambio, fue poder estar más tiempo en mi casa. Amo mi casa, esto lo sabe cualquiera que me conozca. Amo el diseño también, y la arquitectura. Me encanta tener la casa ordenada, e ir agregándole mis toques de diseño. Especialmente después de haber comulgado con Marie Kondo y hacer casi entero el proceso de limpieza y orden que ella explica en sus libros. Me encanta poder estar a diario trabajando desde mi espacio, con mis tiempos, con mi ambiente. También esto implica que estoy en casa, es decir, que puedo recibir al plomero o al gasista cuando sea, que puedo recibir con flexibilidad el pedido online del supermercado, o que puedo pasarme el día trabajando desde la cama si me duele algo o hace mucho frío.

Por supuesto que no todo es maravilloso en este cambio. Tiene sus desventajas, lógicamente. Es muy lindo tener la estabilidad y estructura de un trabajo en relación de dependencia, saber cuando va a entrar exactamente cuanto dinero y cuando vamos a poder pagar las cuentas, o tener recursos disponibles, compañeros de trabajo y demás. Es un aprendizaje continuo esto de la independencia, por ejemplo a mi me cuesta un horror vivir con deudas, y por deudas me refiero a tener que pagar la luz después del segundo vencimiento porque no me había entrado el pago de un cliente a tiempo. Nada terrible, pero todo un ajuste igual para mi tipo de personalidad. Y ni les digo lo que es lidiar con pagar impuestos en este país, una tortura eterna de burocracia y trámites ininteligibles.

Y el trabajo en sí, ¡es difícil! La contracara de tener una agenda libre para manejar, es, bueno, que la tenés que manejar. Nadie te va a decir que estés 9 horas en una oficina, genial. Pero sos vos la que tenés que organizarte los tiempos, entender cuánto tiempo podés dedicarle a cada tarea, cómo administrar para que rinda el tiempo para todo y no terminar todas las noches trabajando hasta la madrugada porque ocupaste el día en otras cosas. También vas aprendiendo cómo manejar a los clientes, y valorar tu tiempo. Por ejemplo, tener reuniones afuera de casa todos los días es improductivo, te quita mucho tiempo de viaje y terminás con poco tiempo de trabajo real. Entonces fui aprendiendo a tener días de reuniones, y semanas en las que no agendo casi nada, cuesta, porque es decirle que no a tus clientes cuando piden verte, pero a la larga rinde mejor.

También te encontrás de repente saturada al final de un día solo para darte cuenta de que nunca te vestiste ni asomaste la nariz afuera de tu casa, cosa que tampoco te resulta tan saludable. Salir afuera, importante. Vestirse, verse linda, también. Tomen nota. Y lo más importante, es el proceso de aprender a cortar, a decir que no, a tener ciertos horarios y días en los que simplemente no trabajás. Porque es merecido y necesario el descanso.

Pero a pesar de todo, estos problemas que me trajo ser freelance, son problemas que en suma me hacen una persona feliz, porque el contrapeso de esos problemas es tener todas las ventajas que buscaba con mi independencia laboral. Y como insiste mi admirado Mark Manson, esta vida se trata de elegir los problemas que uno quiere tener, no de evitar o evadir tener problemas, simplemente porque eso es imposible.

Happiness comes from solving problems. The keyword here is “solving”. If you’re avoiding your problems or feel like you don’t have any problems, then you’re going to make yourself miserable. If you feel like you have problems that you can’t solve, you will likewise make yourself miserable. The secret sauce is in the solving of the problems, not in not having problems in the first place. Mark Manson — The Subtle Art of not Giving a F*ck.

Cecilia Olive

Cecilia Olive

Soy Licenciada en Comunicación Social, especialista en marketing digital y publicidad online.

SI TE GUSTÓ ESTA NOTA, COMPARTILA!

Cecilia Olive

Cecilia Olive

Soy Licenciada en Comunicación Social, especialista en marketing digital y publicidad online.

SI TE GUSTÓ ESTA NOTA, COMPARTILA!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram
Email